¿Qué es el glaucoma y por qué es tan importante tratarlo?
El glaucoma es una enfermedad ocular crónica que daña progresivamente el nervio óptico, generalmente debido a un aumento de la presión intraocular. Este daño puede llevar a una pérdida irreversible de la visión si no se detecta y trata a tiempo. Se estima que millones de personas en el mundo padecen glaucoma, y lo más preocupante es que muchas de ellas no lo saben, ya que en sus primeras etapas suele ser asintomático.
Existen varios tipos de glaucoma, siendo el más común el glaucoma de ángulo abierto. También hay formas más raras, como el glaucoma de ángulo cerrado, glaucoma congénito und glaucomas secundarios (por traumatismos o medicamentos). Aunque el tratamiento inicial suele ser con gotas o láser, en muchos casos se requiere cirugía para controlar la presión ocular y prevenir la pérdida visual.
¿Cuándo se recomienda una cirugía de glaucoma?
La cirugía se considera cuando los tratamientos médicos y el láser no son suficientes para controlar la presión ocular o cuando el paciente no tolera los efectos secundarios de los fármacos. También es una opción cuando ya existe un daño importante en el nervio óptico y hay riesgo de ceguera.
Entre las situaciones más comunes que indican la necesidad de cirugía están:
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Presión intraocular persistentemente elevada a pesar del uso de medicamentos.
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Progresión del daño visual detectable en pruebas de campo visual y OCT.
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Dificultad para cumplir con el tratamiento con gotas (por alergias, olvido o dificultad física).
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Casos de glaucoma avanzado que requieren una intervención más agresiva.
El oftalmólogo evaluará el tipo de glaucoma, el estado del nervio óptico, la presión ocular y otros factores individuales para decidir el mejor momento para la cirugía.
Tipos de cirugía para el glaucoma
Existen distintas técnicas quirúrgicas para tratar el glaucoma. La elección depende del tipo de glaucoma, el estadio de la enfermedad, la edad del paciente y otros factores oculares.
1. Trabeculectomía
Es la cirugía clásica y más utilizada. Consiste en crear una nueva vía de drenaje para que el humor acuoso (líquido intraocular) salga del ojo y se absorba bajo la conjuntiva, formando una pequeña ampolla filtrante. Es muy eficaz, pero puede requerir cuidados postoperatorios intensivos y control a largo plazo.
2. Implantes de drenaje (válvulas o tubos)
Se colocan dispositivos como el Ahmed o el Baerveldt para facilitar la salida del humor acuoso. Se suelen usar en glaucomas más complejos, como los secundarios o cuando fracasó una trabeculectomía previa. Son muy útiles en ojos con cirugías previas o inflamaciones frecuentes.
3. Cirugías mínimamente invasivas (MIGS)
Estas técnicas más modernas incluyen dispositivos como iStent, Xen Gel Stent o canaloplastia. Son menos invasivas, se asocian con menos complicaciones y suelen realizarse junto con la cirugía de cataratas. Son ideales para glaucomas leves o moderados.
En los últimos años, las cirugías mínimamente invasivas para el glaucoma (MIGS) se han consolidado como una alternativa cada vez más elegida por pacientes y oftalmólogos debido a su seguridad, recuperación más rápida y menores complicaciones en comparación con técnicas tradicionales. Si querés conocer más sobre esta técnica innovadora y sus beneficios, te recomendamos leer este artículo sobre la cirugía mínimamente invasiva para el glaucoma (MIGS): tendencias, beneficios y futuro.
Cada cirugía tiene sus ventajas, limitaciones y riesgos. Por eso es fundamental una consulta personalizada con un especialista.
¿Cómo es el preoperatorio?
Antes de la cirugía, el paciente debe realizarse una serie de estudios oftalmológicos y generales. Entre ellos:
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Medición de la presión intraocular.
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Examen del nervio óptico.
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Campo visual y tomografía de coherencia óptica (OCT).
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Evaluación de la córnea, cristalino y fondo de ojo.
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Estudios de laboratorio y evaluación clínica general si hay enfermedades sistémicas.
El oftalmólogo explicará en detalle los pasos de la cirugía, los posibles riesgos y complicaciones, así como los cuidados posteriores. Es un momento ideal para que el paciente haga todas sus preguntas y resuelva dudas.
El día de la cirugía: ¿qué esperar?
La mayoría de las cirugías de glaucoma se realizan de manera ambulatoria, es decir, el paciente vuelve a su casa el mismo día. La intervención suele durar entre 30 y 60 minutos, dependiendo del tipo de cirugía.
Se utiliza anestesia local o regional, y en algunos casos sedación leve. Durante el procedimiento, el paciente está despierto pero no siente dolor.
Después de la operación, se coloca un parche en el ojo que se retira en la primera consulta postoperatoria, usualmente al día siguiente. Es normal sentir molestias, visión borrosa o sensación de cuerpo extraño en los primeros días.
Recuperación y cuidados postoperatorios
La recuperación puede variar según la cirugía realizada. En general, se recomienda:
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Evitar esfuerzos físicos intensos durante al menos 2-4 semanas.
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No frotarse los ojos.
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Usar los colirios recetados de manera estricta.
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Acudir a todos los controles médicos postoperatorios.
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Dormir del lado opuesto al ojo operado si es posible.
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Evitar el ingreso de agua sucia en el ojo (piscinas, duchas directas, maquillaje).
La visión puede tardar días o incluso semanas en estabilizarse. En algunos casos, es necesario ajustar los medicamentos o realizar procedimientos adicionales.
¿Qué riesgos tiene la cirugía de glaucoma?
Como cualquier intervención quirúrgica, existen riesgos, aunque no son frecuentes si el procedimiento es realizado por un especialista experimentado. Algunas posibles complicaciones incluyen:
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Infecciones intraoculares (muy raras pero graves).
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Sangrado intraocular.
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Hipotonía ocular (presión demasiado baja).
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Sichtverlust
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Catarata precoz (en el caso de trabeculectomía).
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Obstrucción del drenaje quirúrgico con el tiempo.
Por eso es fundamental seguir cuidadosamente las indicaciones médicas y asistir a todos los controles.
Beneficios a largo plazo
El principal beneficio de la cirugía es lograr un control más estable de la presión ocular, con menos dependencia de medicamentos y menor riesgo de progresión del daño visual.
En muchos casos, permite preservar la visión útil durante muchos años, lo que se traduce en una mejor calidad de vida y autonomía para el paciente. En glaucomas avanzados, puede ser la única opción para frenar la pérdida visual.
Conclusión: ¿vale la pena operarse?
La decisión de operarse debe tomarse en conjunto con el oftalmólogo, evaluando el riesgo-beneficio individual. En la mayoría de los casos indicados, la cirugía es una herramienta eficaz y segura para preservar la visión.
Si tenés glaucoma o te preocupa tu salud ocular, no dudes en consultar con un especialista. Detectar y tratar a tiempo puede hacer una diferencia clave en tu futuro visual.